Jorge Fin |
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Con el tiempo, aquellos humos míos se elevaron sobre la linea del horizonte convirtiéndose en nubes. Quise saber qué estaba pintando y encontré en internet astronautas jubilados que coleccionan nubes y enseñan a interpretar sus intenciones a marinos que necesitan saber si podrán zarpar o si aún conviene esperar un par de días amarrados a puerto, a maestras de escuela que organizan con sus alumnos expediciones a la caza del nimbo perfecto, o a simples vagos diletantes que disfrutamos con cualquier cosa. Son los "Cloud Watchers", que convierten los conocidos nimbos, cúmulos, estratos y cirros en un frondoso arbol lleno de ramificaciones. Intercambian fotos tomadas aquí y allá como niños con sus cromos de nubes y saben catalogar hasta el más leve mechón de algodón que surca el cielo. No hay dos nubes iguales. Siempre cambiantes, efímeras e irrepetibles. Mirando nubes he descubierto esto: A las ocho y diez los árboles de mi jardín son verdes. A las ocho y veinte son negros. Negro claro, pero negro. Eso es lo que pinto, lo que hay en esos diez minutos. La serie Cloud Watchers que preparo ahora es un homenaje a esas nubes y a sus observadores. Se compone principalmente de diez grandes cuadros de 2x2 metros y algunos cuadros más pequeños, y será expuesta en el Palacio Almudí de Murcia en marzo de 2003. Jorge Fin. |
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edición, agosto de 2002. Todas las imágenes están protegidas por
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